Relato antología "Summer romántico" - La playa, el amor y yo
El
pitido del timbre anunció el fin de la jornada escolar, así como el principio
de las tan ansiadas vacaciones. Laura miraba embobada por la ventana, mientras
sus compañeros recogían a toda velocidad sus libros y se despedían entre
lágrimas. Esos dramas, no iban con ella. Se levantó despacio de su pupitre, el
último de la fila y con disimulo abandonó el aula, no fuera a ser que alguna hipócrita
pesada, la abrazara y le dijera que la echaría de menos.
Ya a
salvo en el pasillo, caminó mirando al suelo, como siempre y, como siempre, se
chocó con alguien. Rezaba porque no fuera algún imbécil, aunque teniendo en
cuenta que el número de imbéciles por metro cuadrado en el instituto era
desorbitado y tomando en consideración que Laura era bastante
gafe…probablemente se habría chocado con el mayor de los imbéciles de todo el
instituto. Alzó la vista todo lo que su cuello le permitió, <>, y se topó con unos enormes ojos marrones que la miraban
sorprendidos.
- Per…perdona
– balbuceó rápidamente, desesperada por salir a la calle.
- No
pasa nada – le contestó el chico, que le hacía un escáner corporal con la
mirada. – Eres Laura, ¿no? - <<¡¿Cómo sabe mi nombre?! Este chico me saca
dos años por lo menos y aunque me suena su cara de algo, nunca le había visto
en mi instituto>>. – Lo siento, soy Iván – se presentó tendiéndole la
mano y Laura aturdida se la estrechó con fuerza. – Soy el hijo de Miguel e
Inés, ¿te acuerdas? Nos conocimos el año pasado, en la fiesta de la empresa…
- Ah
sí, disculpa, esa noche no estaba muy concentrada que digamos, la recuerdo
vagamente… - Laura se frotó el cuello nerviosa, no quería recordar aquella
noche, pero las imágenes acudieron a ella como si de una película se tratara.
Sacudió la cabeza, invitando a sus “demonios” a volver al lugar a dónde
pertenecían. – Y dime, ¿qué te trae por aquí? Creía que ibas a un instituto
privado.
- Y
así es, pero nuestros padres me pidieron que viniera a buscarte. Ellos han
decidido empezar sin demoras las vacaciones y nos esperan en el apartamento de
la playa. – Laura se puso blanca, adiós
a sus planes de escaquearse de sus padres durante el verano. No tenía ganas de
unas vacaciones en compañía de ellos y encima ahora se les sumaban tres personas
más, a las que apenas conocía. - ¿Estás bien? Te has puesto muy pálida… - Iván
se acercó preocupado y la agarró del brazo temiendo que se cayera.
- Sí,
sí, estoy bien… - se zafó de su mano y de su contacto. Aún le molestaban las
muestras de cariño, demasiados recuerdos… - Cuando quieras nos vamos, pararemos
en tu casa para que puedas cambiarte y coger las maletas.
- Vale,
vámonos – claudicó, al fin y al cabo ya no había más remedio, le esperaba un
verano rodeada de gente…justo lo que menos quería.
El
viaje en tren le resultó mucho más entretenido e interesante de lo que habría
imaginado, Iván era un chico muy divertido y hablador, y ya que Laura apenas
había abierto la boca, agradecía que él se encargara de llenar los silencios
incómodos. Le contó muchas cosas sobre sí mismo y sobre sus planes de futuro,
acababa de graduarse y en octubre empezaría empresariales, por expreso deseo de
su padre, que pretendía que algún día se encargara de la empresa familiar. A
Iván la carrera y la vida que su padre había planeado para él no le
interesaban, pero sabía que era la única manera de que no le pusiera pegas a
cómo decidía pasar el tiempo libre, y ese tiempo Iván se lo dedicaba a su
verdadera pasión, el surf.
Por
eso, ese verano, después de leer gran cantidad de comentarios acerca de la
“Ola” del pequeño pueblo vizcaíno de Mundaka, había alentado a sus padres a
alquilar allí los apartamentos para pasar sus vacaciones. Y aunque el País
Vasco no se caracterizaba por tener el verano más cálido de la península, lo
compensaba con sus maravillosos paisajes.
Laura
se sentía cómoda al lado de ese chico, que sin proponérselo había conseguido
sacarle más sonrisas en unas horas de trayecto, que en todos los intentos de
sus padres en los últimos seis meses. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió
la necesidad de dejar entrar a alguien en su corazón, aunque la sombra del
miedo y la desconfianza pronto ocuparon el lugar en su cabeza, haciendo que
desechara la idea de volver a confiar. Las heridas aún no habían cicatrizado
como para permitir que otro, causara unas nuevas.
Las
imágenes de aquella noche, volvieron a ella con la misma rapidez con la que las
lágrimas se agolparon en su garganta, cerró los ojos con fuerza para impedir su
salida y giró la cabeza hacia la ventanilla para que Iván no captara su
malestar.
Ya
había anochecido cuando el tren se detuvo en el andén de la estación, los
padres de ambos esperaban su llegada con impaciencia. A pesar de que sus hijos
ya tenían edad más que suficiente para viajar solos, el mero hecho de que lo
hicieran sin ellos, les hacía tomar conciencia de lo rápido que había pasado el
tiempo y de que sus “pequeños” ya no lo eran en absoluto.
Habían
alquilado un coche de siete plazas para viajar hasta el apartamento. Laura,
como siempre, se mostró escueta en sus respuestas, no así Iván, que parecía
disfrutar dándoles a sus padres hasta el más mínimo detalle sobre su viaje en
tren y enseguida comprobó, que esa era la técnica preferida por su nuevo amigo,
para hacer que sus padres le dejaran absoluta libertad de movimientos. A ella
le funcionaba a la perfección la adoptada en los últimos seis meses, pasar
desapercibida e inapetente a todo lo que sus progenitores sugerían, conseguía
los mismos resultados que Iván, pero con el mínimo esfuerzo.
Ambas
familias se despidieron en el rellano que separaba ambos apartamentos y
quedaron en salir a cenar tan pronto hubieran instalado a sus respectivos
hijos.
A
Laura le encantó la sensación de paz que desprendía su habitación, sin duda,
las estupendas vistas al mar tenían mucho que ver en ello. Deshizo la maleta
con rapidez y colocó su ropa entre la cómoda y el armario. La idea de darse una
ducha, se perfiló como maravillosa después del largo viaje en tren y al salir,
se sorprendió al elegir un bonito vestido blanco, regalo de sus padres, quería
que Iván la encontrara guapa, aunque la razón no estaba muy clara todavía. Su
madre sonrió al borde de las lágrimas, cuando vio a su “niña” arreglarse para
ir a cenar. Después de todo, parecía que había esperanza de que Laura, volviera
a ser la de antes, la chica dulce, alegre y divertida, que siempre tenía mil y
un planes para el fin de semana y que de repente, una noche, sin saber por qué,
había desaparecido, dejando paso a la chica de mirada triste y distante, en la
que se había convertido.
Los
seis se dirigieron al restaurante del puerto, era uno de los mejores de la zona
por sus platos, además de por la privilegiada panorámica que ofrecían sus
ventanales. Iván, hipnotizado por la belleza serena que irradiaba Laura, no
apartó la mirada de ella en toda la noche y no pudo evitar entristecerse cuando
ella rechazó el paseo posterior a la cena. Sin embargo, sus padres le pidieron
que fuera él quien acompañara a la chica hasta el apartamento, para ellos disfrutar
de la estupenda noche de entretenimiento que ofrecía el pueblo, en esas fechas.
- Gracias
por acompañarme – comenzó a decir Laura, una vez que se separaron de sus
progenitores. – Siento haberte estropeado la noche…
- No
has estropeado nada, tranquila, en tal caso, tu presencia ha mejorado con
creces el tener que pasar la noche aguantando a mis padres… - Iván se carcajeó
y Laura le regaló una preciosa sonrisa. – Quería decirte algo, aunque… no
quisiera incomodarte…
- ¿Por
qué iba a incomodarme? Di lo que tengas que decir… Después de todo el día sin
parar de hablar, me sorprendería descubrir que eres tímido… - Volvió a sonreír
e Iván se dio cuenta de que pequeños fragmentos de la verdadera personalidad de
Laura, estaban saliendo a la luz con esa simple conversación.
- Está
bien… Quería decirte, que estás absolutamente preciosa esta noche… - Laura se
detuvo y clavó su mirada en los ojos de él, escrutándolo, tratando de averiguar
si decía la verdad.
- No
hagas eso…
- ¿El
qué? – Iván se acercó y acarició con el dorso de la mano el brazo de Laura que
a causa de la brisa del mar tenía la piel erizada. Laura trago saliva,
esperando que el contacto le produjera la sensación de pavor a la que se había
acostumbrado, pero no fue así…
- No quiero
que seas así conmigo… - consiguió decir tras unos minutos.
- ¿Así?
¿Cómo?
- No
seas tan encantador… - volvió a clavar sus ojos en él. – Creo que aún no estoy
preparada para volver…
- Escucha
Laura, mentiría si te dijera que no quiero que pase algo entre nosotros, pero
sé que algo te impide abrirte y mostrarme tu verdadero yo…creo que tienes
miedo, aunque no sé de qué…
- Yo…
- Iván colocó un dedo sobre sus labios, para impedir que siguiera hablando.
- No
te estoy pidiendo que me lo cuentes, espero que lo hagas cuando te sientas
preparada… cuando consiga que confíes en mí y créeme lo harás, pienso
encargarme de ello. – Sin darse cuenta habían llegado hasta los apartamentos.
Iván
se despidió de ella en el rellano, con un casto beso en la mejilla, que a Laura
después de sus palabras le supo a poco. Las mariposas volvieron a batir las
alas en su estómago y por segunda vez en el día, deseó poder abrir su corazón
de nuevo.
A la
mañana siguiente cada miembro de ambas familias tenía algo en lo que invertir
su tiempo, las madres querían visitar las tiendas de la zona, los padres iban a
salir de pesca e Iván, salió a la llamada de las olas en cuanto amaneció. Laura
se sintió apenada en cuanto comprendió que le esperaba el verano de soledad que
había planeado, el cual ya no le resultaba tan apetecible desde que había
conocido a Iván.
Decidida
a cambiar el rumbo del verano y de su vida, se puso el biquini, cogió una
mochila, metió en ella la toalla, la crema y salió del apartamento con la
intención de pasar un día maravilloso, ahora que la niebla había permitido que
el sol se abriera paso sobre la playa.
Le
resultó difícil dar con Iván y es que la
arena estaba prácticamente desierta, pero el mar estaba lleno de
surfistas, disputándose un lugar entre las olas. Estiró la toalla y se sentó
sin quitarse la ropa, el sol no calentaba aún lo suficiente como para hacerlo.
Comprobó fascinaba que a Iván se le daba
de maravilla el surf y se atrevía a “cabalgar” las olas más difíciles. Cerca
del mediodía, caminó por la orilla hasta llegar a las escaleras de piedra que
unían la playa con un pequeño islote, dónde se erigía una ermita. En plena
época estival y a modo de reclamo para los turistas, la ermita permanecía
abierta al público hasta bien entrada la noche, además el pueblo estaba en
fiestas, por lo que organizaban todo tipo de eventos y actividades a su
alrededor. Si de día el paisaje era precioso, de noche debía de ser todo un
espectáculo y si le sumaba la compañía perfecta, como la de Iván, sería un
bonito escenario donde iniciar algo… << Pero… ¿en qué estás pensando?
Apenas le conoces y… ¿qué te hace pensar que él vendría aquí contigo? Antes
deberías sugerírselo…>>.
Iván
salió del agua cansado, pero con la satisfacción de haber dado el cien por cien
en las olas y de comprobar que pese a los meses que llevaba sin hacer surf, no
había perdido sus excelentes cualidades con la tabla. Clavó ésta en la arena,
para poder bajarse el traje de neopreno hasta la cadera y así secarse más
cómodamente al sol. Se pasó los dedos por el pelo para quitar el exceso de agua
y entonces la vio. Laura bajaba con cuidado los peldaños de piedra hasta la
playa y se detuvo a escasos metros de él, se quitó la camiseta y el short que
llevaba puesto y se sentó en la toalla mirando el mar. ¿Cuándo habría llegado?
Y ¿había ido a verle a él? Iván no quería hacerse ilusiones, la chica era
preciosa, pero sabía que no lo tenía nada fácil con ella, ni siquiera sus
padres eran capaces de acercarse, ¿cómo iba a hacerlo él, si era prácticamente
un desconocido?
<<
¿A dónde habrá ido? No he estado tanto tiempo en la ermita…>> Laura miró
el reloj del móvil, apenas había tardado quince minutos e Iván no parecía tener previsto salir del
agua en un futuro próximo. Se tumbó en la toalla, ya que había ido hasta allí
aprovecharía para broncearse por lo menos, pero justo en ese momento la sombra
de algo le tapó el sol, abrió los ojos dispuesta a protestar, pero sonrió al
ver que se trataba de Iván.
- Hola,
no sabía que vendrías a la playa, si no te hubiera esperado esta mañana – dijo
mientras volvía a clavar la tabla en la arena y se sentaba a su lado.
- No
pasa nada, la verdad es que no sabía qué hacer y lo decidí a última hora.
- Aunque
pensándolo bien, te habrías aburrido pasando tantas horas sentada viendo como
hago surf…
- Pues
no me he aburrido viéndote las últimas dos horas… - le espetó.
- Te
aseguro que es mucho más divertido practicarlo que verlo, ¿quieres probar?
- ¿Qué
dices? ¿Estás loco? - <>
- Anda,
anímate, será divertido – Iván cogió su mano y tiró de
Laura hasta que la levantó de la toalla.
- Pe…pero
– balbuceó mientras él la arrastraba hasta la orilla. – Mi biquini… ¿servirá? –
Iván la recorrió de arriba a abajo con la mirada y sonrío.
- Ya
lo creo que sirve, es perfecto. – Colocó la tabla en el agua y la ayudó a
subir, sujetándola por la cadera.
Estuvieron
un par de horas metidos en el agua, riendo y disfrutando como niños, Laura
apenas se mantuvo en pie sobre la tabla un par de veces, pero no le importó,
realmente se estaba divirtiendo. Los padres de ambos les observaban desde el
ventanal del restaurante del puerto, donde les esperaban para comer. La madre
de Laura, no pudo evitar emocionarse otra vez, al ver a su hija reír, se alegró
de haber aceptado acompañar en sus vacaciones al jefe de su marido y a su
familia. Cuanto bien, le estaba haciendo ese verano a Laura.
Esa
misma noche, después de cenar, volvieron al apartamento para descansar. Laura,
a pesar del cansancio que el surf, había producido en su cuerpo después de todo
el día practicando con Iván, no podía dormir, en su mente se sucedían todos los
instantes del día, como si de una película se tratase, se recreaba en los
gestos de Iván, en su sonrisa, en la manera en la que había acariciado su
cuerpo mientras la ayudaba a subir a la tabla… Abrió la puerta de la terraza de
su habitación y salió a contemplar la luna, que brillaba, llena, sobre el mar.
Se apoyó en la barandilla con los codos y suspiró.
- Hola
– una voz proveniente del balcón de al lado, la sobresaltó. Iván estaba sentado
en una silla, contemplando como ella, la luna.
- Hola,
no sabía que tu habitación y la mía tenían las terrazas juntas…
- Yo
tampoco – Iván se levantó y se acercó al pequeño muro que los separaba. - ¿No puedes
dormir? – Laura negó con la cabeza. -¿Te preocupa algo?
- No,
más bien al contrario, por primera vez, desde…desde hace algún tiempo, estoy
bien, me siento relajada…Y quería darte las gracias.
- ¿A
mí? ¿Por qué?
- Porque
eres tú quien me ha despertado, porque eres tú quien está tirando de mí para
levantarme…Gracias Iván. – Estiró la mano y acarició la mejilla de él. Cuando
iba a retirarla, Iván la retuvo con la suya y besó la palma.
- ¿Te
gustaría ir a dar un paseo? Creo que desde la ermita hay unas vistas impresionantes…
- Me
encantaría, ¿nos vemos en el rellano en cinco minutos? Avisaré a mis padres
para que no se preocupen.
- Vale,
hasta ahora.
- Hasta
ahora. – Laura entró de nuevo en su habitación. Se puso un pantalón vaquero,
una camiseta de tirantes y una chaqueta por encima.
En
el salón, sus padres veían una película acostados en el sofá. Como era
habitual, no pusieron objeción a los planes de su hija, aunque se aseguraron de
que Iván iría con ella. Se miraron divertidos, cuando Laura, al nombrarle, se
había sonrojado.
Iván
esperaba inquieto en el rellano, en menos de un minuto, se había cambiado de
ropa y había advertido a sus padres de su salida. Estaba nervioso y el corazón
le galopaba en el pecho, a pesar de que Laura y él habían pasado prácticamente
el día entero solos, tenía la esperanza de que la chica se decidiera a abrirle
su corazón, como él quería abrirle el suyo, el escenario no podía ser más
idílico para una declaración…
Caminaron
por la playa, aprovechando que la marea había bajado, Laura le contó cosas
sobre ella, necesitaba hacerlo, quería que él la conociera como nadie, quería
ser ella misma. Subieron a la ermita y se sentaron en el murete que servía como
mirador. Ninguno de los dos se había equivocado, las vistas eras maravillosas,
un espectáculo mágico del que solo ellos, eran testigos. Y ante toda esa
belleza, Laura decidió que era el momento de soltar lastre y sincerarse con
alguien, le contaría a Iván qué es lo que la había entristecido durante tantos
meses, qué es lo que la había convertido en una versión deteriorada de sí
misma, qué es lo que le había impedido confiar en los demás…
- Iván,
quiero contarte algo… - él cogió su mano entre las suyas, para infundirle el
ánimo que necesitaba. – Ayer, dijiste que pronto conseguirías que confiara en
ti y lo has hecho, ha bastado un día, solo un día, para que quiera… para que
necesite contártelo. – Él asintió. – Hace casi un año, comencé a salir con un
chico de mi instituto, es uno de los chicos más populares y cuando me pidió
salir, no me lo podía creer, era el sueño de cualquiera de mis compañeras y a
mí se me hacía realidad. Durante los primeros meses, todo fue bien, él se
portaba bien conmigo, era divertido…entonces empezó a pedirme que faltara a
clase con él, para ir a algún parque, o simplemente pasar el rato juntos…Uno de
esos días, me llevó a su casa… - Laura tragó saliva con fuerza, quería empujar
el nudo que se empezaba a formar. – Sus padres no estaban y yo me puse muy
nerviosa, nunca había estado a solas con un chico, nunca había…
- Eras
virgen – Laura asintió.
- Empezó
a besarme y a quitarme la ropa, le pedí que parara, porque…porque no estaba
preparada, aún no… Al principio me hizo caso, me pidió perdón y se tumbó a mi
lado en la cama… Entonces…entonces…comenzó a decirme que yo no le quería, que
solo había aceptado salir con él por su popularidad en el instituto, porque yo
era una “don nadie”…creo que trataba de hacerme sentir culpable, para que
aceptara acostarme con él, pero consiguió el efecto contrario…Yo le contesté
que si eso era lo que pensaba sobre mí, no entendía por qué estábamos juntos,
recogí mi ropa y salí de su casa… - Laura no pudo evitar sollozar, mientras las
lágrimas corrían raudas por sus mejillas. Meneó la cabeza. – Al día siguiente,
todo el mundo en el instituto hablaba sobre mí, él se había encargado de
propagar el rumor de que había rechazado acostarse conmigo, porque yo ya tenía
mucho “rodaje”…Las personas a las que siempre había considerado como mis
amigas, me dieron la espalda, era más importante para ellas mantener su
“estatus” que defenderme… - Se limpió la cara con el dorso de la mano que tenía
libre. – Al poco tiempo comenzó a salir con otra chica y…la dejó embarazada,
por supuesto negó que fuera de él y trató de hacerle lo mismo que a mí, pero le
salió mal la jugada, la chica era hija de uno de nuestros profesores, la gente
empezó a hablar, y se supo que tenía tras él una larga lista de conquistas a
las que se había llevado a la cama a base de coacciones y amenazas…
- Siéntete
orgullosa de ti misma, fuiste fuerte y no te dejaste manipular por ese cerdo… -
Iván se levantó para abrazarla, Laura temblaba como una hoja.
- Sí,
pero dejé que me afectara todo lo que la gente había inventado sobre mí, me
recluí, me aislé del mundo, dejé de confiar en la gente… me sentía avergonzada
aunque no había hecho nada malo, ni siquiera he podido contárselo a mis padres…
- La
noche cuando tú y yo nos conocimos…
- Fue
cuando él trató de acostarse conmigo… - Laura se levantó como Iván y le rodeó
el cuello con los brazos. – Me alegro de haber aceptado pasar éste verano aquí,
contigo…Iván has hecho que quiera, volverme a enamorar y lo más importante…has
conseguido enamorarme.
- Vaya,
venía dispuesto a declararme yo, te me has adelantado – dijo agarrándola por la
cintura y atrayéndola hacia él. – No
pienso dejar, que vuelvas a adelantarte… - le susurró al borde de sus labios e
inmediatamente después la besó.
Durante
buena parte de la noche la luna llena y la playa, fueron testigos de sus besos,
hasta que, rozando el amanecer, decidieron volver a sus respectivos
apartamentos. El amor que Iván le profesaba se convirtió en el mejor remedio
para curar su maltrecho corazón y poco a poco, beso a beso, caricia a caricia,
los pedazos se soldaron y Laura…ya no volvió a ser la chica triste, ni siquiera
la chica que había sido antes de ella… era una versión nueva, pulida y
mejorada, fuerte como nunca y decidida a comerse el mundo. Puede que para
muchos Woodstock en el año 1969 fuera el verano del amor, pero para Laura e
Iván, siempre sería ese verano, de playa, con olor a mar y cargado de
estrellas, dónde se encontraron él uno al otro y a sí mismos.
Fin.
Comentarios
Publicar un comentario