Relato antología "El trabajo de Cupido" - Amor entre semáforos


Lauviah recogió su sobre y echó un vistazo a la tarjeta que había en el  interior…”<>”. La misión no le desagradaba y no parecía demasiado complicada.
El resto de sus compañeros, los otros Cupidos, ya estaban preparados para partir, pero Lauviah no, no era un Cupido “típico”. Su constitución dejaba bastante que desear, como dirían algunos mortales; le hacían falta un par de cocidos en el cuerpo…Era muy delgado y los rizos de su pelo, en lugar de ser rubios, eran negro azabache. Sin duda el Jefe pensó que sería divertido crear un querubín “atípico”, pero a Lauviah no le hacía ni pizca de gracia que se rieran de él por ser diferente y, para su desgracia, se había convertido en el blanco de las burlas de su compañero Damabiah, que al contrario que él, poseía una belleza extraordinaria.

-          ¿Hay algún problema Lauviah? – La voz de su Jefe, Eros, le devolvió a la realidad.
-          No, no… - dijo titubeante.
-          Entonces, ¿a qué esperas? Tus compañeros han salido hace rato...
-          Lo sé, perdón, me había distraído. – Con mucho cuidado de no pincharse, sacó la flecha destinada al mortal elegido de su sobre y la guardó. – Ya estoy listo – indicó al Jefe que esperaba a su lado.
-          Muy bien, Lauviah, ten cuidado y recuerda que dispones de veinticuatro horas, ni una más…

Con la última advertencia de Eros en su cabeza, Lauviah emprendió el vuelo. Su destino era la ciudad de Madrid y la céntrica Gran Vía.
Eran las ocho de la mañana. Como cada día, Marcos caminaba apresurado hacia su trabajo y también, como cada día, se cruzaba con la misma mujer, Julia, aunque él ni la miraba.
Ella, sin embargo, se había fijado en él desde el primer día en que lo vio. Aún recuerda la ropa que llevaba puesta, los zapatos e incluso el peinado, todo quedó almacenado en su mente…Él era el hombre de sus sueños, a pesar de que no sabía ni su nombre, lo único era la hora en la que sus pasos se cruzaban a lo largo de la mañana. Por eso procuraba ser puntual y esperaba en la acera de enfrente hasta que le veía aparecer y, cuando el semáforo cambiaba, siempre dirigía sus pasos y su mirada a él, incluso una vez hizo que sus manos se rozaran. Fue un momento mágico, al menos para ella, pero él siguió su camino como si nada, ni lo notó…

Lauviah se posicionó al lado de Julia en el semáforo, quería ver cómo se desarrollaban los encuentros normalmente. Marcos cruzaba la calle con la mirada perdida y ella se apresuró para coincidir con él en el centro del paso de cebra cerró los ojos y suspiró, ahí terminaba su primer encuentro del día. Los ojos de Julia se llenaron de lágrimas al llegar a la otra acera. Él seguía su camino hacia su oficina, hoy tampoco se ha fijado, no debería extrañarle pero… es San Valentín y albergaba la esperanza de que sucediera un milagro…

Julia se enjugó las lágrimas y se dijo así misma, “<>”. A las seis de la tarde sus pasos volverían a encontrarse en el mismo semáforo, pero para eso aún faltaban muchas horas y le esperaba una larga jornada en el restaurante donde trabajaba. ¿Por qué tendría que ser tan tímida? Hacía meses que lo había visto por primera vez y nunca se atrevía a decirle nada…Podría haberle preguntado aunque sólo fuera la hora, pero con sólo pensar en él, le entraban los sudores y se le secaba la boca, ¿cómo iba a articular alguna palabra?

Marcos, por su parte, ya había llegado a la oficina. Se quitó la cazadora y se sentó frente al ordenador para comprobar, como cada mañana, su correo electrónico. Se había olvidado, hoy tenía que organizar una comida con un colega de San Francisco, que estaba de visita en la ciudad, pero… ¿a dónde lo llevaba? No solía salir a comer fuera, se llevaba un táper y lo comía en la sala común con el resto de sus compañeros de la redacción de la revista… Lauviah observó divertido cómo la desesperación se apoderaba de Marcos.  Era muy despistado y siempre estaba pensando en las musarañas. El camino al trabajo lo hacía por costumbre, pero nunca recordaba nada del trayecto.

Marcos recorrió la oficina con la mirada buscando a su amigo Fran; seguro que él conocía algún restaurante dónde poder llevar a su invitado… “<<¿Por qué nunca está cuando más lo necesito?>>”, se lamentaba.
Lauviah había aprovechado la ocasión para dejar sobre la mesa una tarjeta del restaurante donde trabajaba Julia. Era verdad que contaba con una flecha de amor para Marcos, pero aún disponía de muchas horas, podía permitirse actuar de celestina.

“<<¿Restaurante Cupido? ¿De dónde había salido esa tarjeta? >>“Marcos la paseó por sus manos. ¿Y si llamaba? Bueno, no tenía nada que perder y debía hacer la reserva cuanto antes.

-          Restaurante Cupido, le atiende Julia, ¿en qué puedo ayudarle?
 “<>”, piensa Marcos.
-          Esto…sí, hola, buenos días, quería hacer una reserva para comer hoy…
-          ¿Para almorzar? Disculpe un momento, voy a comprobar si tenemos alguna mesa libre…
-          Faltaría más.
-          A ver…Pues…Sí, me queda una para dos disponible.
-          ¿De verdad? Menos mal… - suspira Marcos aliviado.
 “<>”. Pensó Julia.
-          Resérvela, por favor.
-          Muy bien, ¿su nombre?
-          Marcos… Marcos Rodriguez.
-          Estupendo, señor Rodriguez, ¿quiere algún tipo de decoración especial en la mesa o le vale con la que colocamos nosotros?
-          ¿Decoración especial? No entiendo…
“<>” se dijo Julia con ironía.
-          Verá, por ser hoy el día de los enamorados, y dado el nombre de nuestro establecimiento, nuestras mesas están decoradas de manera especial o a gusto de los clientes…
 “<< ¿Hoy es San Valentín? Joder, no sé ni en qué día vivo…”
 - ¿Señor Rodriguez, está ahí? – La voz de Julia le hizo reaccionar.
-          Sí, perdone. No voy a necesitar ninguna decoración especial, es más, si no nos la pusieran sería lo mejor…
 “<>”
         No será una comida romántica, es de negocios…
-          Ah, está bien – se rió Julia. – Discúlpeme, no solemos tener ese tipo de almuerzos en nuestro restaurante, ¿sabe?
-          Ya lo imagino, bueno señorita…
-          Julia.
-          Sí, Julia, estaremos ahí a las dos, ¿de acuerdo?
-          Muy bien, señor Rodriguez, hasta las dos entonces… Que pase un buen día.
-          Igualmente, Julia…

Marcos colgó el teléfono y se quedó con una sonrisa bobalicona en la cara. ¿Cómo sería esa chica? Sí se guiara por su voz, diría que es preciosa…Qué voz tan dulce… Bueno, luego tendría la oportunidad de comprobarlo, así que volvió al trabajo aunque ahora lo hacía de mucho mejor humor porque a la hora de comer, conocería a Julia.
Todo el mundo en el restaurante andaba acelerado colocando mesas, terminando menús…Todos menos Julia. Ella ya hacía rato que había terminado de organizar todo y  esperaba a que llegaran los primeros comensales para acomodarlos en sus respectivas mesas. Lauviah se sentó al lado de la mesa destinada a Marcos y aguardó impaciente, su llegada.

-          Hola –saluda Marcos al camarero de la barra. – Tenía una reserva para comer…
-          Bien, acompáñeme por favor – le indicó para que le siguiera por el arco que daba al comedor. – Julia – llamó el camarero – este caballero tiene una reserva.

Julia se giró y no se lo pudo creer… ¡Era él! ¡Era él! Tenía ganas de gritar, pero…debía de ser un error, no tenía ninguna reserva para uno y él iba solo… ¡Oh no! Tenía novia. Ahora le daban ganas de llorar. Marcos la miró perplejo, era aún más guapa de lo que se imaginaba y así observándose permanecen unos minutos, él dando gracias por haber tenido tanta suerte de poder conocer a una mujer así, ella lamentándose de que el hombre del que llevaba tantos meses enamorada tuviera pareja…

-          Disculpe – logra decir Julia tras tragar el nudo que se había formado en su garganta - ¿me dice su nombre, por favor?
-          Claro – contesta Marcos sonriendo –. Marcos Rodriguez….

“<>” Julia ahogó un suspiro de alivio. Acompañó a Marcos a su mesa y comenzó a servirle la comida. No pudieron intercambiar más de dos frases seguidas porque el local estaba lleno y Julia andaba de una mesa a otra, pero algo dentro de él le decía que era “su chica”. Alargó la comida todo lo que pudo, pero debía volver al trabajo; no podía demorarlo más aun así, necesitaba volver a verla, hablar… ¿Le pasaría a ella lo mismo?

-          Julia, ¿te gustaría quedar conmigo luego? – La pregunta de Marcos la pilló de sorpresa, su milagro estaba ocurriendo.
-          Cla …claro, me encantaría.
-          Bien, ¿a qué hora sales? ¿Dónde quedamos?
-          Salgo a las seis, pero no te preocupes, yo te encontraré…
-          ¿Me encontrarás? ¿Cómo?
-          Haz lo mismo que haces cada día al salir del trabajo, pero…mira bien a tu alrededor.

 Julia se dio la vuelta y dejo a Marcos desconcertado, tendría que confiar en ella.
Lauviah estaba emocionado, no había tenido que usar su arma, el amor verdadero seguía existiendo en la Tierra, sólo había que saber mirar…Cogió su arco y su flecha y se encaminó hacia el paso de cebra donde había comenzado todo. Quería ver la escena en primera fila.
Marcos estaba volviendo del trabajo pero estaba haciendo caso a Julia, miraba a su alrededor. Necesitaba encontrarla o que ella lo localizara…Parado en el semáforo, comprobó con alegría que Julia estaba en la acera de enfrente.

“<>”.
 Se puso en verde y ambos empezaron a cruzar la calle. En el medio del paso, como cada día convergieron, pero esta vez no fue Julia quién buscó el roce de sus manos, sino Marcos y se sorprendió por lo familiar que le resultaba el tacto. Cogió la mano de Julia y entrelazó sus dedos con los de ella.

“<<¿Me besará? ¿Se atreverá a hacerlo?”
 Cómo si le hubieran pinchado con algo, Marcos dio un salto hacia Julia y la besó.

Lauviah reía mientras volaba de vuelta a la central, no había tenido más remedio que usar la flecha con Marcos, pero no para que se enamorara de Julia, si no para que la besara. Menudo salto había dado… Qué bonito era ver el amor en estado puro, qué suerte tenía de ser un Cupido… Ya no le importaba ser diferente físicamente a los otros, porque en esencia eran iguales, todos eran  portadores de amor.

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