El enemigo dentro de casa.

Cambios, es una de las palabras que más estoy utilizando y, además, es lo que más estoy haciendo en los últimos meses.

Cambiar es bueno, en parte, porque te permite crecer, evolucionar, reconstruirte o construirte sin más, pero, el cambio lleva implícita otra parte y es la de soltar, dejar atrás ciertos hábitos, ciertas conductas y, a veces, incluso, a ciertas personas.

En la entrada anterior os contaba que me encontraba luchando con algunos de mis demonios y que gran parte de ellos me acompañan desde hace muchos años, esos son los más difíciles de vencer.

Soltar, aligerar la carga, quitar cosas de la mochila emocional que llevamos a la espalda, soltar, respirar, soltar...

Las palabras siempre han sido, y creo que siempre serán, terapia para mí, vomitar sobre un trozo de papel (aunque sea en su versión digital) todo lo que tienes dentro, lo que te reconcome, lo que te preocupa, lo que duele...hace que, de algún modo, las cosas vuelvan a encarrilarse pero, ¿y si el enemigo está dentro de casa? ¿Y si tu mayor enemigo eres tú mismo? ¿Y si no paras de hacerte la zancadilla, de hablarte mal...? 

Cambiar da miedo, da vértigo y, por encima de todo, es una de las cosas más difíciles a las que me he enfrentado en los últimos tiempos. 

Hace poco, por recomendación de mi psicóloga, leí un libro, al principio no entendí el porqué de esa recomendación, era un libro a priori enfocado a padres y a profesores pero, el clic, el detonante, el sentido de todo, vino cuando llegué a un capítulo en concreto del libro, ahí está otra vez el poder de las palabras. Qué importante es todo aquello que vivimos de niños, qué importantes son las huellas que dejan en nosotros, pero, sobre todo, qué difícil es sanar las heridas cuando no eres consciente de la profundidad de las mismas.

Cambiar, difícil, soltar...Es lo que más estoy repitiendo en esta entrada. 

En los últimos días, he sido más consciente y he sido capaz de reconocer, esa vocecilla en mi interior, la que va de la mano del miedo, de la inseguridad, esa vocecilla que me insta a seguir como hasta ahora, porque así he estado bien ¿no? ¿Por qué voy a cambiar? Y solo entonces, cuando la he identificado, he podido rebatir con ella, es decir, conmigo misma. A eso es a lo que me refería cuando os decía lo de que el enemigo está dentro de casa...El miedo, que paraliza, que entorpece, que no te permite crecer ni avanzar, el miedo hace que cambie todo, todo menos tú. 

Me he enfadado con esa vocecilla, le he cogido manía y me cae bastante mal. Tener que tomar una decisión, dar un paso adelante y que tu primer impulso sea echar el freno, no avanzar es, hablando mal y pronto (como es habitual en mí), una putada. Ahora, cada vez que estoy en esa tesitura, después de ese primer impulso, acto seguido, me encuentro intentando hacer razonar a esa vocecilla, diciéndole: "es bueno para mí", "es necesario", "eres capaz"... Justo lo contrario de lo que suele susurrarme esa vocecilla: "no eres buena", "eres un desastre", "todo te sale mal", "no sirves"...

Es duro desprenderse de ciertos hábitos tan arraigados, es duro desprenderse de la armadura, derribar los muros y dejar que te conozcan, de verdad, sin barreras...Es duro sentirse tan vulnerable, enfrentarse al dolor a pecho descubierto, es duro darse cuenta de que lo único que te frena y que te ha frenado, lo único que te corta las alas, eres tú misma.

Pero, como no todo van a ser cosas negativas, te diré, que lo mejor de todo el proceso es volver a conocerte, volver a quererte, confiar en ti y en todo lo que puedes conseguir si te atreves a hacerlo, creer, esa es la palabra, esa es la clave. 



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