La Cueva de la Moura - Lorena López Miguez

Como ya hice con mi primera novela (Dando en la Diana), a continuación os pongo un fragmento del primer capítulo de mi nueva novela "La Cueva de la Moura" que en muy pocos días saldrá publicada, espero que os guste.


CAPÍTULO I “LA CUEVA DE LA MOURA”


Me desperté de golpe y empapada en sudor, no resulta extraño teniendo en cuenta que el verano en la ciudad se hace asfixiante, el asfalto retiene el calor durante el día y lo desprende por la noche provocando que la temperatura nocturna sea muy similar a la diurna. Sin embargo, ésta mañana el sudor no es debido al calor, sino a un sueño, una pesadilla que se viene repitiendo a lo largo del último mes. Unos ojos amarillos, eso es todo lo que logro recordar del sueño, unos ojos amarillos que me aterrorizan.

Me incorporo y miro a mi alrededor, mis maletas están listas y al lado de la puerta, mi ropa sobre la silla del escritorio. Hoy es mi cumpleaños, cumplo diecisiete y mi “queridísima” madre ha decidido que tengo que pasar todo el verano en casa de la abuela Emma, para que ella pueda disponer de la nuestra con su nuevo novio, Pablo, él no me cae muy bien, es mucho más joven que ella, me mira demasiado y eso no me gusta.

Llevo tres años sin ir a casa de la abuela, aunque a ella la he visto cada navidad, he sido incapaz de regresar a esa casa desde… Desde que murió el abuelo. El abuelo, le echo mucho de menos, era mi mejor amigo, compartíamos aficiones, entre ellas los libros, cuando murió la abuela me mandó una caja con algunos de ellos. Los tengo aquí, en la estantería, encima de mi cama, los he leído y releído un millón de veces en estos años. La abuela también me mandó un pequeño cuaderno, lleno de anotaciones de él, pero no he podido leerlo todavía, cada vez que lo intento veo su letra en la portada y me desmorono, lloro a mares y acabo cerrándolo y dejándolo en su sitio, en mi mochila, siempre conmigo, porque aunque no sea capaz de leerlo, sé que en él hay un pedazo de mi abuelo y me reconforta sentirlo a mi lado.

Bueno, es hora de levantarse, el tren sale en un par de horas. Después de una ducha más que reconfortante, me visto, cojo las maletas y echo un último vistazo a mi habitación, mi santuario.
Oigo las voces y las risas de mi madre y de Pablo, se callan cuando notan que me acerco y cuando entro en la cocina, aparece delante de mi cara un muffin de chocolate con una vela encendida encima.

- Feliz cumpleaños, cariño. – Mi madre está muy sonriente.

- Gracias mamá. – Me da un beso en la mejilla.

- Venga, ¿a qué esperas? Apaga la vela. – Coloca el muffin delante de mi cara, otra vez. – Pero acuérdate de pedir tu deseo.

¿Un deseo? ¿Qué se supone que debo pedir? Uhmmm….Ya sé. “Deseo que este verano no sea tan malo como parece.” Soplo, la vela se apaga, mi madre asiente satisfecha.

- Ten, esto es de parte de los dos. Feliz cumpleaños, Eva. – Pablo me acerca una caja enorme, mientras me da un beso en la mejilla, mamá no puede sonreír más, yo sonrío, a pesar de que me siento incómoda.

- Oh…Muchas gracias, a ver… - Rasgo el papel, la verdad es que me hace ilusión, el paquete es muy grande, mamá no suele hacerme regalos. – Ah… Un albornoz, unas toallas y unas sábanas, que…Que útil…Gracias a los dos. – Les doy un pequeño abrazo a cada uno y me regaño a mi misma, por albergar la esperanza de que me fueran a regalar algo que me guste por una vez.

- Lo dejaremos todo en tu cuarto para cuando vuelvas, ¿ya tienes todo?

- Sí mamá, el taxi debe estar a punto de llegar.

- Claro, perdona otra vez por no poder llevarte – mira su reloj – de hecho, deberíamos irnos ya, nos están esperando…

- Tranquila, iros. – “Ya me las apañaré yo sola, como siempre”. Sonrío. – Pasadlo bien.

- Nos vemos a la vuelta, cielo. – “¿Cielo? ¿Tú quien eres?” Me dan un beso cada uno, rápido y fugaz, la puerta se cierra. “Adiós mamá”.

Saco mi Iphone, aún faltan quince minutos para que llegue el taxi, eso es lo que me ha dicho la chica de atención al cliente, menos mal que he sido previsora y llegaré con tiempo de sobra a la estación.

Decido llamar a Marta, mi mejor y única amiga, me apetece escuchar su voz. Tiene el teléfono apagado, es verdad, debe estar en el avión, rumbo a París. Yo también podría estar ahora en ese avión, pero no, mi madre no soportaba la idea de que yo pasara un verano mejor que el de ella.

Le mandaré un mensaje a través de Line, contándole los regalos tan guays que me han dado mi madre y Pablo. A partir de hoy, ésto es lo único que tengo para mantenerme en contacto con el mundo exterior, mi Iphone. Hago una lista mental de todo lo que debería haber metido en mi maleta, lo tengo todo. Me miro en el espejo del vestíbulo, con el calor el pelo ya está seco, decido hacerme unas trenzas, así cuando llegue a casa de la abuela lo tendré perfecto, ni sudado, ni enredado. Me he puesto un vestido de tirantes a rayas blancas y negras, con mis Converse, también negras. Decido retocarme el lápiz de ojos, he empezado a usarlo este año, me gusta el aire gótico que me da.

Ha llegado mi taxi, bajo en el ascensor, el conductor me espera fuera, para meter mis maletas. Como es temprano y sábado, no pillamos mucho tráfico y en media hora ya estoy en la estación billete en mano, buscando el tren.

Tengo asiento en la ventanilla, así no me marearé. Por suerte, ya han inventado estos trenes tan rápidos, que te llevan al norte del país en apenas un par de horas, no me quiero ni imaginar como era en la época de mi madre o en la de mis abuelos. Saco mi Iphone y me pongo los cascos, las pelis que ponen son muy viejas, miro por la ventana, con el movimiento y Rita Ora cantando “How we do”, me duermo.

Abro los ojos y para mi sorpresa anuncian mi parada para dentro de diez minutos. Ya he llegado a Galicia, en un abrir y cerrar de ojos, nunca mejor dicho.
Salgo a la calle, no veo el Citroen Saxo de mi abuela por ningún lado, ¿se habrá olvidado? Imposible, soy su nieta favorita, su única nieta. Un todoterreno se acerca pitando y dando luces, no me gustaría ser el pobre idiota al que vienen a buscar. Aparca delante de mí y… ¡No me lo puedo creer! Menudo tío, rubio, alto, ojos marrones… Y por alguna extraña razón se acerca a mí, el corazón me va a mil por hora, me resulta familiar… ¿Y si me habla? No creo que sea capaz de articular palabra. No, Eva no, tienes que madurar, que no note que te mola, tran-qui-lí-za-te, respira hondo, bien, ya lo tengo.

- Hola Eva – me dice el tío bueno, sabe mi nombre. - ¿No te acuerdas de mí? – Suena un poco decepcionado.

- Esto…Hola, no, perdona, me parece que ya nos habíamos visto antes pero… No logro ubicarte, lo siento.

- No pasa nada, es normal, han pasado unos… seis años, desde que nos vimos por última vez. Soy Brais… El nieto de …

- De Antonio, sí, ya me acuerdo de ti, estás… - Buenísimo, imponente, tremendo… No seas vulgar. – Diferente, mayor, supongo.

- Sí tú también estás… “Mayor” – me mira de arriba abajo, debo estar como un tomate. – Bueno, cuando quieras nos vamos, aún nos queda media hora de camino al pueblo.

- Está bien, pues vámonos – carga mis maletas en el maletero, aprovecho y me quito las trenzas a toda velocidad, melenaza al viento, me mira y me sonríe.

- Listo, nos vamos. – Subimos al coche y salimos de la ciudad por la autopista.

- Oye… ¿Por qué no ha venido mi abuela? – Me mira de reojo. – No me mal interpretes, no me molesta que vinieras tú, es sólo… Que esperaba que viniera ella – sueno decepcionada, en cierto modo es así.

- La verdad, es que yo me ofrecí para venir a buscarte. Tu abuela ya está algo mayor y no debería hacer trayectos largos. Normalmente, sólo usa el coche para ir a la tienda del pueblo de al lado. Alégrate, porque así ha preparado ella la comida y no mi abuelo. Créeme, lo agradecerás. – Suelta una carcajada y me uno a él.

- ¿Y tú vives aquí ahora? ¿Has venido también de “vacas”? – Deja de reír de repente, ups me temo que ahora habrá una respuesta incómoda.

- Sí, bueno, llevo viviendo con el abuelo dos años, mis padres…Murieron y él es la única familia que me queda ahora. – Mierda. Eva, eres idiota.

- Lo…Lo siento mucho, no tenía ni idea, no he hablado mucho con la abuela en los últimos tres años, yo…

- Tranquila, no te preocupes, estoy bien, el abuelo es genial. Bueno y tu abuela también, me han mimado mucho estos años.

- Me alegro, así la abuela tiene a alguien más con quien estar.

- Ah…Por cierto… ¡Feliz Cumpleaños! – Me mira a los ojos durante unos segundos.

- Gracias.

- ¿Cuántos cumples? ¿Dieciséis?

- No, cumplo diecisiete – se ríe, creo que me está tomando el pelo.

- Es verdad, yo te saco dos años, eres una pipiola. - ¿Pipiola? Eso lo dicen los viejos, ¿cree que soy una cría o qué?

- Oh si perdona, eres la madurez personificada, no me había percatado cuando has entrado pitando y dando luces en el parking de la estación. – Sí señor, ahí lo tienes, sarcasmo puro y duro. Me mira perplejo y se echa a reír.

- Touché….Sarcasmo, ¿eh? Me gusta, nos llevaremos bien. – Me guiña un ojo.
Se me ha hecho cortísimo el trayecto, Brais es divertido y guapo. Simpático y guapo. Inteligente y guapo. ¡Dios, qué guapo es! Me toco disimuladamente la boca, me he emocionado tanto que hasta se me cae la baba, no me ha visto, menos mal.

Entramos en la aldea, no ha cambiado nada, los árboles, la montaña, las casitas de piedra, subimos la ladera hacia la casa de la abuela, contengo la respiración, después de la siguiente curva la veo, por un momento me parece ver al abuelo en la puerta saludándome con la mano, pero no está, las lágrimas vienen a mis ojos, trago saliva. no llores ahora, no llores ahora. Brais me da un apretón en la mano.

- ¿Estás bien? – Me mira preocupado, asiento, pero una lágrima resbala y cae rodando por mi mejilla. El coche se ha parado, Brais atrapa la lágrima en la comisura de mi boca, le miro, él me mira con dulzura. – Es duro, lo sé, pero cuanto antes te enfrentes a ello será mejor, ya verás.

- Sí, perdona, menuda escenita, no quiero que ella me vea así – señalo a la casa, la puerta se ha abierto, la abuela y Antonio nos saludan y sonríen.

Salimos del coche, la abuela se acerca corriendo y me da un fuerte abrazo, huele a lavanda, huele a la abuela, cierro los ojos, yo también la abrazo fuerte. Nos separamos un poco, me mira a los ojos y me cubre la cara de besos.

- Hola mi niña, te he echado tanto de menos…

- Hola abuela, yo también te he echado mucho de menos pero…Ya estoy aquí.

- Vamos Emma, deja ya a Eva, tienes todo el verano para achucharla, yo también quiero saludar a esta mujercita. – Antonio me coge de la mano. - Hola preciosa, me alegro de volver a verte.

- Hola Antonio, ¿qué tal estás?

- Bien. Bueno, con los achaques propios de la edad, pero por suerte ahora tengo a Brais conmigo para ayudarme – señala a Brais con la cabeza mientras este ha cogido mis maletas y las está metiendo en casa.- ¿Te acordabas de él?

- La verdad, es que al principio no le he reconocido, supongo que el tiempo nos cambia a todos…

- Sí…El tiempo lo cambia todo y a todos…

- Bueno, seguro que estás muerta de hambre, vamos a comer. – La abuela me lleva a dentro, huele muy bien.

Brais viene por el pasillo, ha dejado mis cosas en mi habitación, la abuela ha preparado su famoso pollo a la cazuela, mi favorito, está riquísimo. Preparo una cafetera, mientras la abuela saca de la despensa una tarta de queso fresco con mermelada, encima las velas, un uno y un siete, encendidas, ella empieza a cantar el “Cumpleaños feliz”, Brais y Antonio se le unen. Pido mi segundo deseo del día.

“Que sea un verano fantástico” y soplo las velas. (...)

Ya está, si queréis conocer cómo continúa la historia tendréis que esperar unos días, permaneced atentos porque muy pronto en la pestaña de booktrailers estará disponible el de "La Cueva de la Moura".




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